TURISMO Y MEDIO AMBIENTE EN COZUMEL ¡UN EJEMPLO DE POLÍTICAS PÚBLICAS SOSTENIBLES !

jueves, 8 de diciembre de 2011




Lo primero que me llamó la atención al llegar al municipio de Cozumel, sin lugar a dudas, fue darme cuenta de que más del 90% de la isla es selva, selva baja, con menos agua que la del territorio continental, pero en buen estado de conservación.

Desde el avión esta situación llama mucho la atención porque sólo al acercarte a una distancia considerablemente cercana se advierte la mancha urbana; antes, parece una isla virgen, una isla verde rodeada de las bellas aguas color azul turquesa del caribe mexicano.

La zona hotelera era lo que más curiosidad me producía y, a medida que iba avanzando por ésta, me daba la impresión de que todavía no habíamos llegado, de que estábamos a las afueras de lo que empezaría a ser un hotel tras otro, pero “las ventanas al mar”, en palabras de un buen colega, funcionario del municipio al servicio de la gestión de la zona federal marítimo terrestre, son bien cuidadas en la isla.

La densidad de la zona hotelera es más bien baja, si la comparamos con polos de desarrollo turístico cercanos, como Cancún e incluso Playa del Carmen, resaltando el hecho de que, además de que la vida nocturna es prácticamente inexistente, o al menos muy moderada, el turismo de la zona valora especialmente el contacto con los recursos naturales: terrestre y marítimos.
Es bien conocido que el turismo de buceo considera Cozumel como uno de los destinos mejor valorados, por la transparencia de sus aguas y la riqueza de su entorno arrecifal, rico en biodiversidad y en un estado de conservación francamente espléndido, debido, entre otros motivos, a la consideración jurídica de aproximadamente la mitad de su extensión en Parque Nacional (Parque Nacional Arrecifes de Cozumel).

Cuando empezaron a llegar cruceros a la isla se discutió mucho su impacto sobre el entorno, especialmente sobre el sistema arrecifal, además de ponerse de relieve la gran cantidad de basura que necesitaban descargar a su llegada.

Hoy, sin embrago, las rutas de navegación para la entrada de estos barcos están bien definidas y la gestión de la basura se ha convertido en otra área de oportunidad para la economía de la región.
Los ingresos por concepto del uso, goce y disfrute de la zona federal marítimo terrestre, que rodea la isla de Cozumel, son los más altos del país, debido a que todo turista que desembarque genera el cobro de un derecho por este concepto, mismo que se paga a la federación y es recaudado por las autoridades municipales, a las que se les retorna un pequeño porcentaje del mismo que, en este caso y, debido a lo abultado de la recaudación y al tamaño del municipio, es más que considerable.

Así las cosas, encontramos un ejemplo claro en esta isla de que la protección del medio ambiente no está, en absoluto, reñida con el desarrollo económico; muy al contrario, un medio ambiente adecuado es una excelente fuente de ingresos y , si a eso le añadimos políticas públicas adecuadas, más todavía.

Es realmente agradable conocer estos casos, casos de municipios prósperos, con un medio ambiente saludable, en los que el nivel y la calidad de vida de las personas reflejan lo sana y equilibrada que puede llegar a ser la interacción entre medio ambiente y desarrollo.
¡Enhorabuena al municipio de Cozumel!!

CAMBIO CLIMÁTICO Y SISTEMA ARRECIFAL VERACRUZANO

viernes, 14 de octubre de 2011


¡¡Lo reconozco!! Hace varias semanas que venía escuchando que estaban pasando cosas en el Sistema Arrecifal Veracruzano, uno de los pocos arrecifes coralinos naturales del país, amenazado, muy amenazado o, en el mejor de los casos, en peligro de estarlo.
Honestamente y, reconozco pecar de ingenua por ello, no me lo creía…
Y es que, no podía ser que uno de los ecosistemas más significativos de la historia de Veracruz, uno de los pocos arrecifes coralinos en el país (inicio del Arrecife Mesoamericano según muchos autores. En su parte más alta) estuviese a punto de desaparecer o de perder su ya limitada extensión para dar entrada a una gran obra de ingeniería que, según algunos, podría hacerse en otra dirección; eso sí, resultando considerablemente más caro.


Pues sí…resulta que sí, es verdad.


Además de haberse cumplido, ya, el mes previsto en la Ley durante el cual el correspondiente estudio de impacto ambiental tenía que estar abierto al público, situación ésta que pasó casualmente desapercibida a pesar de habérnoslo notificado el Diario Oficial de la Federación en agosto de este año, el día de hoy se informó de ello en los noticieros o telediarios del estado.


Nos queda ahora, desde luego, la posibilidad de solicitar información sobre diversos puntos del estudio como, por ejemplo:
- ¿Está bien delimitada la zona que se va a desincorporar?
- Las especies endémicas ( he escuchado que hay dos o tres) que habitan en la zona a desincorporar, ¿podrán subsistir con los nuevos límites del parque?


E incluso, lo que también podemos recordar es el Convenio Ramsar que, ya desde hace años, había declarado al área natural protegida “Sistema Arrecifal Veracruzano” como humedal de importancia internacional y recayendo los aspectos básicos de su gestión bajo su regulación.

Además de esto, no podemos obviar que los científicos han establecido claramente la función de barrera natural frente a eventos extremos que desempeña el parque.
Es bien sabido que en épocas de calentamiento global como la que estamos viviendo, sin entrar en posturas ideológicas sobre el cambio climático, los fenómenos hidrometereológicos extremos se acentúan, se hacen más violentos.
En el estado hemos vivido, ya, eventos dramáticos fruto de inundaciones agravadas por los efectos del cambio climático y los costes económicos de ellas todavía no han podido resolverse para una buena parte de la sociedad afectada.


Desde luego que todo esto es un asunto claramente de competencia federal, mírese por donde se mire, lo cual no es óbice para que las autoridades estatales mostraran cierto interés por la salvaguarda de su patrimonio histórico y de su biodiversidad.


Desde un punto de vista económico, no cabe duda alguna: genera más riqueza en este momento una ampliación de un puerto de mercancías que la conservación de un hábitat en peligro de extinción. Y esto sucede porque México no valora adecuadamente desde un punto de vista económico su gran riqueza natural, no se es consciente todavía de que la biodiversidad es una fuente de ingresos, de turismo, de economía, en definitiva.


Así está la cosa en Veracruz porque, ¡de lo otro!, ya mejor ni hablamos…

Tania García

¿Quien contamina paga o, quien consume paga?

miércoles, 17 de agosto de 2011


Durante los últimos años se han ido desarrollando en muchos países instrumentos económicos en materia ambiental. Dichos instrumentos parten de la idea de que es necesario, no sólo decirle a los individuos y a las empresas lo que pueden o no pueden hacer en relación al medio ambiente, sino también incentivar o desincentivar económicamente determinadas actividades o conductas con impacto sobre el medio natural.
Así, los instrumentos económicos son considerados como parte de una estrategia de control indirecto de la contaminación y la diferencia fundamental de estos con los instrumentos tradicionales de control directo (regulaciones de emisiones, de procesos, delitos ambientales, autorizaciones…) radica en que los instrumentos económicos no obligan a hacer algo o a dejar de hacer algo, sino que influyen en “el bolsillo” de la gente para que ésta adopte conductas “deseables” para con el medio ambiente o evite aquéllas “indeseables”, no porque estén prohibidas, sino porque le salen demasiado caras.
Ejemplos de instrumentos económicos en materia ambiental los encontramos desde hace tiempo en nuestro país, si bien es cierto que durante los últimos años han ganado un protagonismo desdeñable para unos y esperanzador para otros.
El pago por servicios ambientales a zonas forestales o el mecanismo de desarrollo limpio, son algunos de estos instrumentos recientemente desarrollados, al igual que los fondos o fideicomisos establecidos con fines ambientales; otros, como es el caso de los derechos o tasas, son bien conocidos por todos nosotros, especialmente la verificación vehicular obligatoria. También existen en México, desde hace tiempo, incentivos para las empresas que invierten en equipo menos contaminante.
Los economistas ambientales insten en que no es lo mismo diseñar un instrumento económico que recaiga sobre el consumidor, que hacerlo en el sentido contrario, esto es, plantearlo como subsidio o ayuda pública.
En el primero de los supuestos nos encontramos con instrumentos que se basan en la idea de que “quien contamina paga”, dicho en otras palabras, el que contamina o va a contaminar asume los costes de la prevención y el control de la contaminación; mientras que, en el segundo caso (los subsidios), es la sociedad en su conjunto la que asume el coste de las acciones para prevenir y controlar la contaminación, toda vez que el subsidio o la ayuda pública se financia con el dinero de todos, distrayendo, entonces, recursos públicos que podrían ser destinados a otros gastos quizá más prioritarios, como la salud , la enseñanza o la seguridad pública.
Por su parte, los detractores de los instrumentos basados en “quien contamina paga” señalan, a su vez, que estos generan inflación, ya que aumentan el precio final de los productos y servicios y que realmente debería hablarse de que “quien consume paga” puesto que, a mayor nivel de consumo, mayor pago.
En la Unión Europea lo tienen claro: los que contaminan (consumidores y usuarios) deben pagar proporcionalmente al número de productos que consuman; de ahí los impuestos ambientales que han diseñado, especialmente dirigidos al sector “atmósfera” y que se traducen en un fuerte encarecimiento del transporte y de todo lo que ello conlleva.
La OCDE, en esa misma línea, anima constantemente a México a eliminar gradualmente los subsidios, pero… ¿y las necesidades de los sectores menos favorecidos económicamente?

Cambio Climático: ¿una cuestión de ideología política?

martes, 9 de agosto de 2011



Durante los últimos años los aspectos relacionados con el cambio climático, especialmente sus causas y efectos, han ido ganando protagonismo en los diferentes foros y sectores de la sociedad.
Así, la preocupación por el cambio climático es, hoy, una tónica presente en la mayoría; sin embargo, durante los últimos años han ido desvelándose posturas encontradas a dichas preocupaciones y es que, si bien muchos siguen considerando alarmantes los escenarios de cambio climático a los que se enfrenta nuestro planeta, otros, al contrario, consideran que éste es parte de la normalidad en los ciclos históricos del mundo en el que vivimos y, por lo tanto, algo con lo que podemos convivir.
Estas corrientes encontradas han generado que se hayan ido desarrollando unas posturas u otras de manera, sorprendentemente, ligada a diferentes ideologías o tendencias políticas.
Frente a las evidencias científicas, prácticamente unánimes, relativas al aumento de la temperatura del planeta durante los últimos años debido a la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, el punto central de discusión radica en los orígenes de dicha concentración y, por ende, en la responsabilidad e incluso culpa (para algunos) de las actividades del ser humano.
El otro gran punto de divergencia se situaría en el análisis de los efectos del cambio climático sobre el propio ser humano.
Así las cosas encontramos que, por una parte, están quienes afirman que el calentamiento del Planeta se debe, sin lugar a dudas, al crecimiento poco respetuoso con el medio ambiente de las actividades realizadas por el hombre, mientras que otros consideran que nuestra Tierra ha pasado a lo largo de su existencia por muchos cambios de temperatura: calentamientos y enfriamientos, estos últimos, por cierto, bastante más peligrosos que los primeros.
Además de lo anterior, dichas corrientes enfatizan que muchos fenómenos naturales, desde erupciones de volcanes hasta otros menos dramáticos como las normales variaciones de la radiación solar, contribuyen más al calentamiento global que todas las actividades que lleva a cabo el hombre para satisfacer sus necesidades.
Por otra parte, y ya en el terreno de las consecuencias del cambio climático, mientras que los primeros prevén el recrudecimiento de las condiciones de vida, debido a la intensificación de fenómenos metereológicos extremos, así como a los fuertes aumentos de temperatura en zonas tradicionalmente calurosas (con las correspondientes consecuencias negativas para: agricultura, ganadería, pesca, salud pública, consumos energéticos…), las otras posturas subrayan la capacidad de adaptación del ser humano, su natural inteligencia para seguir desarrollando avances que mejoren su calidad de vida y las oportunidades que el calentamiento brinda a las zonas tradicionalmente frías del Planeta.
Unas posturas y otras, entonces, toman la misma evidencia, el cambio climático, pero difieren sustancialmente en el papel que otorgan a nuestra especie tanto en sus causas como en sus efectos.
Es, precisamente, su postura frente al ser humano lo que distingue a aquéllas corrientes humanistas y más ligadas a la derecha, que consideran alarmas innecesarias y han llegado incluso a calificar de “terrorismo verde”, a las constantes expresiones de temor al cambio climático , de aquellas otras, ligadas más bien a la izquierda, en las que se enfatizan las consecuencias negativas de este fenómeno, así como la responsabilidad plena del hombre en sus causas, lo cual manifiesta nuestra falta de solidaridad, tanto para con nosotros mismos, como para con nuestro entorno natural.
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